Era medio día mientras remaba adentrándome en el embalse de Betania, en un kayak de dos puesto diseñado para aguas planas, acompañado por una guía de Yaguará. Muy lejos se escuchaba, apenas en un murmullo, lo que hasta hace poco había sido la contienda de potencias entre los equipos de sonido de los bares palafitos aledaños al puerto de la población.
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