Valledupar
marzo 6, 2008 Publicado en ViajesEtiquetas: Cesar Colombia Valledupar
Al otro día un golpe constante y estridente me sacó de la cama. Los ruidos provenían del lugar donde hasta hace unas horas estaba el parqueadero del hotel y en el que al parecer ahora funcionaba un taller de metalmecánica. Eso explicaba por qué debíamos dejar las llaves del carro en la administración, y también por qué preguntaron por nuestra hora de salida. Unas horas después cuando abandonamos el hotel nos dimos cuenta que habíamos pasado la noche muy cerca de la galería, distante apenas unas cuadras del centro de la ciudad.
Nos detuvimos bajo un árbol, al lado de un local de artesanías, donde pasé revista a las arawakas que estaban ofreciendo, mientras esperaba que mis compañeros volvieran de compras. Unos minutos mas tarde llegaron unos policías quienes preguntaban por un poporo que estaba en venta entre las artesanías; hace unos días habría pensado que era una broma entre ellos, pero después de ver en Mompox cómo el uso de la hoja de coca es algo normal en la región, ya no se me hacía en nada extraño.
Según el mapa estábamos a unas cuantas cuadras de la plaza Alfonso Lopez -el expresidente colombiano también conocido como «El Pollo»- que es la tarima donde se presenta el festival de La Leyenda Vallenata, el evento magno de Valledupar. Cuando por fin llegamos a la plaza recordamos que aquel día estaba programada la marcha por las víctimas de la violencia, así que no hubo forma de tomar fotografías libres de tinte político.
Dejamos el carro al lado de la plaza y caminamos por las vías cercanas, donde tuve un contacto directo con la gente de Valledupar; puedo decir que son atentos y amables, pero extrañé la cercanía que se comparte con los momposinos. Vivir en una ciudad hace a la gente desconfiada.
Desde Manizales nos habían dicho muchas cosas sobre Valledupar y traíamos algunas expectativas de cómo sería aquella ciudad, pero o se equivocaron o fuimos nosotros quienes llegamos en el momento equivocado. Tal vez Valledupar no tenga vocación turística y sea por eso que tengo aquella sensación de inconformidad con mi visita a la ciudad, y además estoy completamente convencido que las cosas son muy diferentes durante el festival vallenato.
Preguntamos por si alguien sabía cómo estaban las cosas por Maicao. Confirmaron que la gasolina estaba escasa y que mejor lleváramos una pimpina desde Valledupar para no pasar problemas por la Guajira; conseguimos la gasolina, ubicamos la salida hacia La Paz y continuamos el viaje. Según referencias de otros viajeros el ideal es llenar la pimpina en Maicao, donde la gasolina es mucho más económica, pero como por aquellos días las relaciones entre Chavez, sus lacayos y Colombia no estaban en muy buenos términos era mejor salir cargados desde Valledupar.
Tal vez el hecho de no tener ni una sola foto de Valledupar puede ser un indicador de nuestro paso tan fugaz por la ciudad. Nada llamó mi atención y el único lugar del cual me habría gustado tener una foto estaba copado. Supongo que si por error resulto en el festival vallenato tendré otra historia para narrar. De todas maneras no me gusta el vallenato y prefiero evitar las aglomeraciones excepto las que son para conciertos o eventos de mi total gusto, así que el festival vallenato no se encuentra, de momento, en mi lista de eventos por asistir.
Media hora después ya estábamos en La Paz, población que queda al sur de Valledupar y donde se puede conseguir un sancocho de pescado a la manera costeña, cosa que en la ciudad a la fija no habríamos encontrado con tanta facilidad.