Un nocturno en la villa
octubre 13, 2007 Publicado en ViajesEtiquetas: Boyacá Colombia Villa de Leyva
Mientras pasábamos en medio del desierto de La Candelaria me pregunté cómo era posible que aquel paraje tan árido quedara justo en medio de todo el verde que habíamos visto hasta el momento, y es que tan solo unos kilómetros atrás habíamos dejado la carretera principal que trascurre de Chiquinquirá hacia Tunja para tomar el desvío que conduce a Villa de Leyva, donde drásticamente el paisaje se había modificado en unas cuantas curvas de un verde profundo a un ocre con pintas verdes. Era tarde y tan solo teníamos cabeza para buscar alojamiento al llegar a Villa de Leyva, una población que sabíamos era costosa tanto para hoteles como para alimentación, pero como el plan de viaje era llegar a la villa estábamos casi eufóricos a pesar del maltrato que había supuesto aquella larga jornada. La buena fortuna seguía de nuestro lado porque dimos fácilmente con el Hotel Bahía Olivo, un alojamiento justo como lo necesitábamos, a buen precio y con habitaciones amplias y confortables, así que bajamos nuestras maletas en medio de aquella lluvia que nos acompañaba desde Ráquira y mientras pasamos por en medio del patio de aquella casona saludamos a nuestros anfitriones, y es que a la final quién mejor para recomendar qué hacer en Villa de Leyva que los mismos propietarios de los hoteles.
Una vez terminamos de instalarnos decidimos salir a caminar porque ya la lluvia había pasado. Me sentía feliz de estar en Villa de Leyva por toda la belleza que encierra la población y como era fin de semana con festivo incluido el comercio aquella noche cerraría tarde, según nos había informado nuestros anfitriones. Las puertas de la población estaban abiertas para todos y la villa entera olía a palo santo como si se tratara de un único y gran bazar. Nos habían recomendado una pizzería que queda en una esquina de la plaza, así que sin mucho pensarlo fuimos directo hasta el local que queda a escasas 4 cuadras desde el hotel, lo cual era sorprendente pues teníamos la sensación de estar mucho más lejos del centro histórico. Con respecto a la pizza, debo decir que la cubierta estaba genial aunque la pasta estaba algo dura. Ese fin de semana se estaba celebrando el festival del árbol y la plaza principal estaba llena con puestos de viveros que le daban mucha vida al parque, así que caminamos un poco entre árboles, plantas de interior, semillas, abonos y cactus para luego llegar hasta el otro lado de la plaza donde encontramos un locutorio desde dónde llamar para hacer reservas en algún hospedaje en Paipa y también para revisar la correspondencia.
Cuando dejamos la plaza para caminar por las calles de la población nos dimos cuenta que Villa de Leyva estaba llena de jóvenes. Al parecer la villa es un destino para la rumba de algunas elites bogotanas, agregando además que una rumba en la localidad sale muy costosa. Habían muchos jóvenes -incluso menores de edad- en plan de rumba, a los cuales se les podían ver ya entrando a los diferentes locales, en especial a uno que queda cerca a la plaza principal próximo al Hotel el Virrey. Habíamos terminado de recorrer la calle que bullía con tanta gente comprando artesanías y recuerdos de Villa de Leyva, así que decidimos entrar a tomar un café en una de aquellas casonas que habían sido adecuadas como pasajes comerciales y mientras buscábamos una mesa dónde sentarnos, pasamos por varios restaurantes y bares ubicados en los patios de aquellas inmensas edificaciones coloniales. Una noche en aquel bar viendo los patios interiores de las casonas con alguien a quién admirar, para mi ese sería un plan perfecto.