Tan solo escucha

septiembre 14, 2009 • Publicado en Punto de Vista

Aquella mañana la había pasado en el malecón de Buenaventura mirando a los niños que, desobedientes, no van a la escuela por saltar al mar tras una moneda. Los había visto saltar de espaldas, haciendo tornillos, de frente, en bomba, en parejas, en tríos, en saltos combinados, en definitiva disfrutando cada salto en medio de las carcajadas que producían sus juegos. De vez en cuando algún turista les tiraba una moneda a ver quién la atrapaba primero. Gerónimo, por ser el menor, no había atrapado ninguna, pero su camiseta en el malecón estaba repleta de billetes; era el que más gestos hacía mientras saltaba así que era el favorito de los turistas.

Un olor a marihuana rondaba el malecón cada tiempo, y algunos turistas huían con algo de temor al notar la presencia de los cannabinómanos, pero otros seguíamos escuchando las historias de aquellos pequeños, seguros de que aquel grupo en el extremo no cometería el error de molestarnos. Aquel espacio les estaba permitido para iniciar su viaje psicotrópico con la condición de no molestar a los turistas; un error podría ser la pérdida de aquel lugar ganado en el constante forcejeo de la sociedad y sus vicios.

Gerónimo contaba que en su familia casi todos eran viciosos, excepto su mamá, y divagaba buscando la respuesta de cuál sería su futuro. No tenía claridad de qué sería de su vida, aun era muy joven para pensar en eso, pero la persona que debería hacerlo por él no lo llevaba a la escuela. Será tal vez pescador, o vendedor, pero si sigue por ese rumbo le será muy difícil alcanzar un trabajo que le represente un ingreso que lo ayude a él y su familia a salir de la pobreza. Gerónimo ni siquiera me seguía en mi elaborado razonamiento, pensando en la felicidad que le daba el billete que le había pasado por dos fotos que le había tomado, y tampoco escuchaba los refuerzos morales que otra turista le explicaba, estaba en otro mundo, en un mundo feliz, el mundo que solo aquellos que no buscan la felicidad encuentran.

Lo gracioso de esta charla -o debo decir más bien del monólogo- con Gerónimo es que el resultado fue todo lo contrario a lo que yo hubiese previsto. En su felicidad pude tener, sin buscarlo, una visión del Tao.

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