Palermo Hollywood
abril 28, 2007
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Viajes
Etiquetas: Argentina Buenos Aires
Como mi tiempo en Argentina ya está por terminar varios de mis amigos pensaban enviar cosas a sus familias en Colombia via Sebas Express, y por cosas de la vida una de mis amigas me pidió que la acompañara a hacer las compras, tal vez para que diera el visto bueno con las cosas grandes….. ya me estaba preocupando por el tamaño del equipaje. Una de esas zonas de artesanías es la Plaza Italia, justo encima de una estación del Subte del mismo nombre y a unos pasos del Parque Zoológico. Es como cualquier bazar de artesanías, vendiendo camisetas, cacharros, collares, libros viejos, olores, inciensos y tal vez una que otra cosa rara. Para los amantes de las artesanías -mi amiga entre ellas- podría tratarse de un pequeño paraíso terrenal, claro que más me gustaron las artesanías de la estación San Isidro del tren de la Costa.
Recuerdo el comentario de un amigo diseñador de modas quien me dijo alguna vez que una ciudad era cosmopolita si en la misma esquina veías una niña fashion, un punk, un hippie, un skin head….. etc. No recuerdo todos los personajes pero creo que le entendí la idea. Así que contemos, niñas fashion comprando bisutería, punketos escuchando música, oigo rockeros en la estación del subte tocando, un freak sentado escuchando música de vez en cuando en su reproductor de mp3 -ese soy yo-, regetoneros o villeros o como se les diga con sus indumentarias llenas de colores y blin blin, personas comunes, mezclas de olores, sonidos y sabores…. creo que esto es a lo que se refiere mi amigo con una ciudad cosmopolita. Y volviendo al olor, otra vez ese olor, olor que viene de la gente, almizcle, tabaco, sudor, no es de nausea pero no lo soporto. Al fin de cuentas la gente debe oler a algo, pero se hace más fuerte en esas multitudes.
Mientras volvíamos a casa para arreglarnos para salir en la noche… exagero, para ellas arreglarse para salir en la noche, me doy cuenta de que la luna no se mueve. Tal vez de niños hayan jugado con ver la luna que los sigue, como si siempre estuviera al lado de ustedes mientras van en un carro o un tren. Pero pasados los minutos ya la vemos más arriba, y luego más y más alto hasta que llega el momento que esta encima de nosotros. Pues bien, en Buenos Aires la luna no se mueve, es decir, no llegó a estar encima mio nunca, lo cual es lógico porque estamos en otoño y el ángulo con el que se ve la luna es muy cerrado. Triste realidad la del otoño con la luna.
Estamos de pláceme y me sorprendo al ver que todo parece encajar perfectamente. Mi viaje a Buenos Aires hasta el momento ha estado lleno de eventos y para rematar ahora es el turno del cumpleaños de una amiga de Colombia. Ya había pasado por la zona de Palermo Hollywood, pero no lo había recorrido en la noche cuando ya estaba encendido. La disco en la que se hará la fiesta es Ink Buenos Aires, y ahí me aproximo nuevamente a lo que se llaman un boliche, que no es nada más que un club nocturno. No entiendo de dónde saldrá el término boliche que me suena a bolera. Ink Buenos Aires es un resto & disco, es decir, inicia a las 10 como un restaurante y luego se convierte en una discoteca. Como servicio de restaurante es pésimo, mal atendidos, mucho grito para que te entiendan, poco espacio para las mesas y quedas apretado contra la espalda de los que están en la otra mesa, pocas opciones en el menú.

Pero si uno entiende que el restaurante no es la principal función del lugar entonces se les pasa, pero no quedé conforme con la atención, pero debo hacer un reconocimiento pues si bien no es la mejor comida del mundo está bien, se les abona. Junto con la comida hay un show de humor que no entendí totalmente pero ¿y qué podés hacer? Es como pedirle a un Argentino que entienda toda la Pelota de Letras… puede que entienda partes pero lo mas probable es que no le haga mucha gracia. Como aun hay algo de iluminación puedes ver a la gente del boliche, de todos los tipos de personajes que pueden ir a un lugar así, los que están por divertirse, los que ya están en sus 30 y los de 40, mujeres ya maduras buscando un niño para divertirse, las que no te quitan el ojo, las que se hacen las que no te han visto, los que se enloquecen con la música, los que no les importa nada, en fin, el mundo entero reunido para no compartir nada, como un templo en el que se reúne el pueblo a compartir un ritual pero no saben absolutamente nada de nadie.
Cuando ya es casi media noche inician los meseros a levantar las mesas, aun si no has terminado, en algunos casos pasaban la cuenta aunque no hubieras terminado de comer, pero el tiempo apremia y a las 12 ya debía estar la pista disponible. Cuando ya no tenemos mesa vamos a entregar los abrigos, lo cual debimos hacer desde un principio para que no quedaran pasados a cigarrillo. Cuando volvemos ya esta encendida la fiesta que se prolongará hasta bien entrada la madrugada. Para mi fueron 4 horas con el mismo beat, de vez en cuando alguna sorpresa como una canción conocida pero recortada en sus mejores partes, pero 4 horas con el mismo golpe pueden atrofiar mis sentidos llegando a no soportarlo más. Para los que les gusta bailar puede ser que lo soporten pues lo que induce al baile es el beat, pero para los melómanos si no hay melodía es un ad infinitum que desespera. Mientras nos movemos puedo ver a las ‘catanas’ en cacería, mientras uno de mis compañeros de rumba decía sobre una que lo estaba mirando ¡podría ser mi mamá!
Cuando en consenso general ya decidimos salir -algunos querían seguir pero ya la monotonía de la música nos estaba matando a varios- fuimos por los abrigos, esperamos en una puerta de salida un rato y pude ver la fila carros de los asistentes a Ink Buenos Aires…… ¡¡¡¡¡¡por Dios!!!!!! Ferraris, Mitsubishies deportivos, una Porshe. Sin saberlo estábamos codeándonos con la high de Buenos Aires. Mucho poder adquisitivo, y nosotros pinches inmigrantes haciendo lo posible por divertirnos.
El viaje de vuelta por Buenos Aires siempre es el mismo, calles aun llenas de gente en una ciudad que aun bulle. Mientras volvíamos pensaba que realmente tener que implantar una ley zanahoria en una ciudad es antes un mal indicio de la cultura de un pueblo, pero las leyes se hacen para cada cultura, y esa es la que tenemos en Colombia.
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