Las Lajas
noviembre 13, 2008 Publicado en ViajesEtiquetas: Colombia Ipiales Nariño
La religiosidad es una característica arraigada en las costumbres colombianas, no por nada somos el país del Sagrado Corazón, y para completar ahora también el país de la virgen María. El sur de Colombia -y por complemento el norte de Ecuador- tiene en el santuario de Las Lajas su sitio de peregrinación. La leyenda cuenta que una mujer indígena estaba de viaje hacia Ipiales con su hija -muda de nacimiento-, y mientras pasaban por el lugar done hoy está la basílica la niña dijo que una mujer blanca la estaba llamando. Junto con el milagro de la niña también quedó en las lajas de la cueva plasmada la imagen de la virgen del rosario que la niña había visto. Desde aquel primer milagro el lugar se convirtió en sitio de devoción para peregrinos quienes agradecidos por los favores otorgados por la virgen visitan el santuario. Prueba de la devoción es el ‘libro de visitas’ en que se han convertido las paredes que bajan por el cañón del río hasta el santuario, repletas de placas de agradecimientos hechos por personas, familias, colegios, grupos sociales, grupos de oración, scouts, empresas, políticos y un largo etcétera.
La cueva donde se apareció la imagen está en el cañón del río Guaitará, y las primeras capillas no alcanzaron a dar albergue a todos los peregrinos que llegaban en tiempos de romería, por lo que se decidió ampliar la zona del atrio, construyendo una base mucho más amplia sobre la cual edificar una nueva iglesia. Este es precisamente el encanto de esta obra arquitectónica, cuyo atrio descansa sobre una base que roba espacio al vacío del cañón, y uno no puede más que pensar que sus diseñadores estaban locos cuando la idearon.
Subiendo por la corriente del río hay un grupo de rocas en las que se recrearon las imágenes de la piedra de los monos. Para llegar a la verdadera piedra se necesitan aun hora y media de camino, pero la falta de un sendero señalizado hace difícil el recorrido para los foráneos. Según algunas fuentes la piedra está muy deteriorada y solo se alcanzan a ver unas pocas figuras de lo que antes fuera un complejo ceremonial de los indígenas pastos.
Aunque la piedra de los monos es solo una réplica y no está enclavado en un lugar sagrado para los indígenas, la energía que guarda el lugar es muy fuerte. Regalarse uno minutos para escuchar al río pasar sobre las rocas puede traer tanta tranquilidad que no parece compatible con lo que allí se ve.
Otro lugar para visitar de las lajas es la estructura que soporta la basílica. Es en este lugar donde se puede apreciar el tamaño de la obra y las dificultades que representó su construcción. Dentro de esta estructura está la cripta y el museo, un recorrido lúgubre pero interesante, pero lo que más llama la atención de toda la colección son las cartas enviadas por personalidades políticas, culturales y eclesiásticas en las que se reconoce el valor artístico y religioso del santuario.
Si se pone atención se pueden observar las geniales intervenciones en algunas de las imágenes que hay en las Lajas, como por ejemplo algunos ángeles con manillas de Colombia, o sosteniendo unas zapatillas deportivas de niño. Cada quién vive su fe a su manera.
El camino de vuelta al carro lo hice por otra vía para recorrer la población que ha crecido al lado del santuario, compuesta exclusivamente por restaurantes y almacenes donde vendían desde recuerdos de la visita a la basílica y ruanas, hasta pistolas de juguete y buzos chiviados de Juan Valdez. En uno de estos locales de comida vi por primera vez un cuy asado, y no me quedaron ganas de volver a ver uno, porque la expresión de desespero en su rostro corta el apetito inmediatamente. Adelante, sobre el piso, encontré un mosaico con la imagen del sol de los pastos, imagen de gran importancia para la cultura regional. He hecho algunas consultas y la referida imagen se encuentra grabada en la piedra de los machines en el municipio de Cumbal, al occidente de Pasto. La figura en la piedra de los machines está tallada en la roca, y reviste tal importancia que altos representantes indígenas de la región se reúnen el día del solsticio de verano para alabar al sol, como un recordatorio de los días en que la piedra era usada con fines astronómicos.
Tomé una pausa para hablar con la gente de los locales, ya que por ser día en mitad de semana no estaban ocupados y se mostraban dispuestos a contar sus historias. Mi anfitrión narraba historias de peregrinos que hacían el recorrido de bajada a la basílica arrodillados, y contaba anécdotas de romerías que hacían el viaje desde Pasto a pie.
En la vía de vuelta a Pasto paré en El pedregal, el mismo lugar donde había desayunado huevos con ají en la madrugada, pero esta vez compré una bolsa de maiz tostado con cueros de cerdo y moneditas de plátano. También probé las tortillas de la región, también conocidas como arepas, aunque no tiene parecido alguno con las arepas a las que estoy acostumbrado. Para acompañar el fiambre compré una gaseosa típica de la región, de la embotelladora La Cigarra. Los dos sabores que más se consumen son de Kola y Limonada, que me recordaron al sabor de lo que en Manizales conocemos como bolis -agua con anilina congelada en una bolsa-, y algunas veces parecía Moresco -jarabe que con solo unas gotas da color y endulza un litro de agua-.