La búsqueda de la felicidad
febrero 12, 2009 Publicado en Punto de VistaSentado en la puerta de la tienda escuchaba con atención las historias cotidianas del páramo, y con cada nuevo relato sentía que había encontrado un lugar adecuado en dónde pasar la hoja hacia un nuevo capítulo en mi vida. Al mismo tiempo trataba de contabilizar las veces que habría recorrido aquel mismo trayecto sin siquiera pensar en la comunidad que habita los alrededores, parajes en apariencia apartados de nuestra vida cotidiana, pero distantes tan solo una hora por carretera desde Manizales. Siempre había pensado en aquellos hogares como ‘fincas dispersas’, no había meditado en lo que significaría para una familia vivir en el páramo, ni siquiera había pensado en los trabajos que tendrían que pasar los niños para ir a la escuela, porque en mi desconocimiento había imaginado que habrían contratado algún medio de transporte para llevarlos a clase. Ahora con una taza de té de coca calentando mis entumecidas manos descubría cuan lejos había estado de la realidad.
El parque de los nevados es uno de los lugares que más riqueza le aporta a Manizales, y sin embargo la comunidad que vive en los alrededores del parque es también una de las más olvidadas, como lo atestiguaba la basura amontonada en la parte posterior de las viviendas que esperaba por un carro de la empresa recolectora de basuras desde hacía 6 meses. Así es la administración pública colombiana, buscando formas de evadir responsabilidades entre unos y otros, pero dispuestos en primera fila para repartirse las utilidades. Administrativamente aquella zona pertenece al municipio de Villamaría, pero los beneficios del turismo se los queda Manizales.
Unas horas antes había estado en la escuela de la comunidad, escuchando a la profesora narrar algunas historias sobre los niños, quienes con la timidez típica de los campesinos apenas decían palabra alguna, pero en sus rostros se podía ver la curiosidad que predispone a hacer preguntas. Los niños siempre serán niños, no importa dónde estén.
Ahora en la tienda, aún abrazado a la taza de té y con el frío calando en los huesos, trataba de imaginar las jornadas de hasta dos horas que algunos niños repetían día tras día para ir hasta el colegio. Comparado con las rabietas que aveces tenía por tener que levantarme temprano para ir al Colegio esto parecía inhumano, creía estar escuchando historias de tiempos pasados y no una realidad de nuestra sociedad actual. A pesar de aquellas dificultades ahí estaban en estos momentos, compartiendo la misma maestra y sentados en una sola aula todos los niños de la escuela aunque fueran de grados diferentes, sonriendo, gritando, tal vez imaginando una vida como a ellos les gustaría. Por eso van a la escuela, porque tienen sueños por alcanzar.
Un bus hizo una parada frente a la tienda, al lado del mirador de la laguna Negra. De entre el grupo alguien pidió que le trajeran una papa para conocerlas, y Lina, la propietaria de la tienda, contó con gracia cómo alguna vez posó con un trozo de panela para unos turistas extranjeros. Al mismo tiempo algunos pasajeros compraban gorras, guantes, y alguna bebida caliente con qué paliar el frío, antes de seguir su ruta turística. Mientras los veía subirse de nuevo al bus pensaba en la tranquilidad que se experimenta cuando se desconoce la realidad, ‘bendita ignorancia’.
Ver a los niños sonreír es siempre un momento esperanzador, pero no podía apartar de mi mente las dificultades que debían afrontar para su educación. La maestra contaba que para conseguir un texto de estudio más completo debían bajar hasta la Florida, casi a 40 minutos en bus y a un costo que difícilmente podían pagar las familias de la zona. Sin un apoyo más profundo estos niños solo aprenderían lo que los textos básicos enseñan sobre la revolución francesa, y no alcanzarían a dimensionar lo que significa ser un ciudadano, sus derechos y el valor de la democracia. Aprenderían las leyes de Kepler, pero no sabrían del sufrimiento de los hombres cuando sacrifican sus creencias ante la fuerza de la realidad, aprenderían que Bolívar fue el libertador de Colombia y que su muerte distaba mucho de ser la que una persona de su dignidad merecía, pero no aprenderían que fue un libro de Rousseau, indexado en la lista de libros prohibidos por la iglesia católica, el que dictó su educación básica y lo llevaría a ser el hombre librepensador que se atrevería a dejarlo todo por un fin más grande que él mismo. Tal vez oirán hablar de Thommas Jefferson, quien redactó la declaración de independencia de los Estados Unidos, pero no comprenderán su punto de vista sobre la necesidad de un gobierno laico y la importancia de la constante vigilancia como pilar de nuestra libertad. Oirán hablar de Voltaire y su posición al final de sus días sobre la libre expresión, pero no descubrirán la razón filosófica detrás de la apertura hacia las nuevas ideas que justifican el intercambios racional como un fin de conveniencia que finalmente favorece a toda la humanidad. Oirán hablar de Darwin y su teoría de la evolución por la selección natural, pero no aprenderán la importancia que este naturalista le daba a la observación. Tal vez oirán hablar de Platón, Séneca, Carl Sagan, Leónidas, Alejandro Magno y muchas otras personas y sus valiosos aportes a la humanidad, pero es muy posible que nunca sepan qué fue lo que hizo de aquellos hombres lo que hoy en día se les reconoce. Tal vez sigan aceptando que Jesús de Nazaret al decir que ‘la verdad nos hace libres’ se refería a una verdad religiosa, y no ahondarán en los aspectos profundos de la búsqueda de la verdad como paso a la libertad.
Para estos niños es muy difícil disponer de los recursos que tenemos los que vivimos en una ciudad, con bibliotecas y acceso a Internet, así que si no se les ofrece estas oportunidades, lo más probable es que sus conocimientos lleguen hasta el nivel básico de meras repeticiones de datos, sin capturar la profundidad del pensamiento que los produjo. Aun así sus rostros infantiles irradian felicidad, como un rayo de sol al clarear al alba, una increíble verdad ante una realidad que me desconcierta, como si se tratara de una respuesta a la inquietante máxima del Taoismo que me recuerda que mientras más lo busque menos lo encontraré.
Uno siempre vive con la esperanza de ser feliz, buscando y atesorando motivos por los cuales alegrarse. Algunos atesoran bienes, otros atesoran momentos, otros atesoramos conocimiento, pero al final muchos de estos tesoros se van convirtiendo en apegos, de un valor sentimental tan importante que nuestra felicidad va dando paso a una insana dependencia por ellos.
Mi memoria voló al pasado y recordé las noches enteras que viví en aquel espacio donde descubrí a Julio Verne, donde me formé como ciudadano, como ser humando y como librepensador. Ahora estaba compartiendo con estos niños este mismo espacio y se los estaba dejando en un salón de la escuela, con la certeza de no estar perdiendo algo de valor sentimental, sino de estar dejando mi dependencia a un sentimiento. Durante los últimos años había olvidado el verdadero valor de aquellos libros y los estaba dejando en el olvido por cuenta de las nuevas tecnologías, los estaba subutilizando en mi apego a un valor sentimental, sordo a sus ruegos por un lector. Ahora están en los anaqueles de una escuela donde podrán ser leídos por niños que con dificultad pueden ir a la ciudad en búsqueda de una biblioteca o a hacer una consulta por Internet.
No soy una persona religiosa, pero en este momento creo que entiendo lo que quería decir el rabí de Galilea cuando dijo que quien quiera seguirlo debería dejarlo todo. Ahora estoy convencido que quien quiera encontrar la felicidad deberá dejar sus apegos, y que solo la felicidad compartida es real.
Algún día subiré a leer nuevamente la Evolución de las Especies, con la inmensidad como telón de fondo a mis ideas.
Sí Sebas, solo la felicidad compartida es real. Gracias por seguir entregando al mundo tu generosidad! Un abrazo.
Que gesto de desapego más hermoso y sublime…
Me hiciste recordar la primera vez que te referiste a la ‘bendita ignorancia’, eran otros tiempos y quizá eso justificó mi enojo de ese momento, ahora todo me resulta tan claro.
HOLA COMO ESTAS COMO HAGO PARA COMUNICARMRE CON USTED PARA QUE HABLEMOS SOBRE LOS FAROLES ES QUE YO EN NAVIDAD DECORO EN FINCAS Y DEMAS LUGARES ENTONCES NESESITO QUE ME DES LA OPRTUNIDAD DE TRABAJAR CONTIGO ATTE ADRIANA TASCON
MI NUMERO DE CELULAR ES 3127484190 PARA QUE ME DES LA OPORTUNIDAD DE LABORAR CONTIGO