Guajira, de sur a norte
marzo 6, 2008 Publicado en Punto de Vista ViajesEtiquetas: Colombia Guajira Uribia
Mientras recorríamos la carretera hacia el norte pasamos por varios pueblos con nombres reconocibles en el folclore de la costa norte de Colombia: Urumita, Villa Nueva y Fonseca. Aquellas tierras son fecundas en cantores, acordeoneros y gaiteros, y muchas de estas poblaciones son nombradas en esas canciones que se cantan ‘a brazo alzao’ como dice un amigo que se proclama vallenatólogo.
Y por oriente, siempre acompañándonos, estaba la serranía del Perijá -los límites con Venezuela-. ¿Ya estarían emplazadas las tropas que el presidente Chavez había amenazado con movilizar a la frontera con Colombia?
Esta vía pasa cerca al Cerrejón en el tramo entre Hato Viejo y Cuestecitas, y unos kilómetros más adelante se inicia la carretera que va paralela al tren hasta Puerto Bolivar, que es el puerto donde se embarca el carbón que se extrae de la mina.
El tren carbonero es hoy en día parte integral del paisaje guajiro, pero no necesariamente como un recuerdo positivo. Por requerimientos del tren la vía debía ser lo más recta posible así que la ruta no podía dar rodeos; el tren obligó a desplazar poblados y cementerios Wayúu ubicados en terrenos ancestrales, lo que golpeaba irreparablemente la base de las creencias de estos pueblo indígenas. Una vista rápida por algún buscador en Internet mostrará que el Cerrejón es una empresa que ha hecho una gran labor social en las comunidades que habitan su área de influencia, pero por más que proponga soluciones, la reparación de los daños e invertir en la comunidad indígena, la empresa seguirá siendo un intruso en la tierra de los Wayúu.
La relación entre nuestra cultura y los pueblos indígenas va a ser siempre una relación de vencedores y vencidos, aunque busquemos una convivencia pacífica y constructiva. Sus creencias espirituales están tan arraigadas en su cultura que en lo tocante a la alteración de sus costumbres muchas fibras pueden ser heridas con mucha facilidad. La relación entre la espiritualidad y el estado fue superada por la cultura occidental hace ya varios siglos, pero para los indígenas esta relación sigue siendo parte importante de su cultura, y por lo tanto es necesario que al momento de crear una relación con los indígenas se tenga en cuenta esta realidad. Para nosotros la espiritualidad no debería frenar el desarrollo de la sociedad, pero por causa de esta certeza hemos tomado decisiones que son nefastas para los pueblos indígenas, llegando hasta el punto de ser catalogados como sus enemigos.
Seguimos por la vía paralela al tren, tragando kilómetros sin ver una sola curva, encontrando de vez en cuando algún letrero que indicaba el camino hacia una ranchería, algunas de nombre impronunciable. El primer cruce con una carretera pavimentada fue Cuatro Vías, el punto donde se puede tomar la vía a Maicao, Riohacha o, como fue nuestro caso, hacia Uribia, distante unos 40 Kms. Por lo mapas sabíamos que la carretera pavimentada desaparecería en Uribia y daría paso al carreteable que continúa paralelo al tren hasta Puerto Bolivar. Uribia es la población más grande de los Wayúu, casi que podríamos decir que es su capital, si es que existiera un concepto así en la cultura de aquellos pueblos ancestrales.
La mayoría de los habitantes de este municipio, que abarca la alta guajira, son indígenas de la etnia Wayúu, razón por la cual los letreros en los pasos del tren que prevenían sobre conductas peligrosas estaban escritos en wayuunaki y en español. Otra diferencia importante con el resto del país era el tipo de camuflaje de los soldados apostados en la vía; sus uniformes eran de colores ocres y verdes pálidos y algunos tenían una pava para protegerlos del sol. Cuando hacían un pare no preguntaban por documentos sino por hielo para regalarles.