El temor

enero 26, 2011 • Publicado en Arte• Punto de Vista

Sin embargo, a pesar de su dura sobriedad y entereza había en él ciertas cualidades que, en ocasiones, parecían predominar sobre el resto. Consciente hasta tal punto que sorprendía en un marinero, y dotado de una profunda respetuosidad natural, la ancha soledad de su vida marítima lo había inclinado fuertemente a la superstición, pero a esa especie de superstición que en cierta organización parece surgir, más de la inteligencia que de la ignorancia. Portentos externos y presentimientos internos tenían que ver con él. Y si a veces estas cosas parecían doblar el bien fundido hierro de su alma, las lejanas remembranzas domésticas de su joven mujer del Cabo y de su hijo, tendían, aún más, a apartarlo de la rudeza natural de su carácter y lo impulsaban más que a cualquier cosa, a esas latentes influencias que, a un hombre de corazón honesto, lo retraen del torrente de la temeridad desorbitada, tan frecuentemente manifiesta en otros, durante las más riesgosas vicisitudes de la pesca. «No quiero en mi barco, decía Starbuck, ningún hombre sin miedo a la ballena.» Con esto, parecía querer decir, no sólo que el valor más seguro y útil es aquel que nace de la buena estimación del peligro enfrentado, sino también, que un hombre extremadamente temerario es un compañero más peligroso que un cobarde.

— Extracto de Moby Dick, de Herman Melville

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