El Faro
marzo 7, 2008 Publicado en ViajesEtiquetas: Cabo de la Vela Colombia Guajira naturaleza
Antes del medio día estábamos de vuelta en la ranchería para almorzar y esperar a que bajara un poco el sol, porque como dicen, en la alta Guajira lo mejor para hacer entre las 11 y las 3 es comer y dormir. La arena resplandecía con tanta fuerza que no cabía duda del calor que estaría haciendo afuera de la enramada. Esta particularidad de la costa explica el comportamiento que entendemos como ‘pereza de los costeños’, su cultura trabaja despacio bajo el sol y toma descansos largos porque no puede ser de otra forma bajo este sol inclemente. Una persona que trabaje a toda prisa en estas condiciones y no se tome con calma las cosas se habrá fundido en cuestión de una semana.
Después del almuerzo que incluía langosta y varios tipos de pescado tuvimos tiempo para hablar con la administradora. Nos contó que hacía poco habían pasado un español y un marroquí que viajaban cada uno en un velero propio y que se habían conocido en isla Margarita y decidieron hacerse compañía hasta Cartagena. También pasó por aquellos días una argentina que buscó pepitonas para comer, supongo que estaría buscando perlas pues se sabe que alguna vez las hubo en el Cabo. También contó que unos días antes había pasado el representante de Unicef en Colombia para programar una misión médica para la zona pues muchos Wayú por no tener cédula no tienen acceso al Sisben y que algunos turistas traen comida, galletas, agua o camisetas para regalar a los Wayúu en vez de dar los mil pesos de peaje que cobra cada niño.
Un punto a tener muy en cuenta al momento de hacer un viaje al cabo es que todo aquí es muy costoso, tal vez sea uno de los puntos más costosos de la costa, lo cuál es lógico porque el agua es oro y no se consigue gasolina con facilidad, por esa razón se recomienda traer una pimpina para poder hacer el recorrido por el norte de la Guajira. Además la electricidad se produce en plantas diesel, el agua dulce se trae en carrotanques y el alimento es muy escaso, a menos claro está que se trate de peces o calamares. De resto lo único económico es tal vez conseguir un lugar dónde dormir, pero en algunos casos será necesario pagar un sobrecosto para tener acceso al baño y si se duerme en una enramada habrá que buscar un lugar dónde guardar las maletas.
La señal del celular es muy baja y solo se capta en los puntos altos en las rancherías que por lo general no tienen segundo piso. Si son adictos al celular busquen una que tenga segundo piso.
Después de la charla volví a mecerme en la hamaca mientras dejaba pasar el tiempo. Una extraña sensación se apoderó de mi, como si el tiempo se hubiese detenido, arrullado por el sonido del mar y la brisa que estremecía los yotójoros de la enramada.
Según entendí yotójoro es el nombre con el cual se conoce a la madera que queda del proceso de secar el corazón de los cactus y que es usada para hacer las enramadas.
Cuando abrí los ojos unas indígenas wayúu estaban sentadas en una esquina de la enramada. No ofrecían nada, solo buscaban sombra dónde esconderse del sol. Ahora que escribo estas líneas las estoy recordando ahí sentadas en la esquina, hablando en wayúunaiki y dejando pasar el tiempo con total calma.
Cuando el calor ya había bajado seguimos nuestra visita guiada hacia el faro. Salimos con tiempo para hacer algo de ejercicio y alcanzar el atardecer. Hay camino hasta la parte baja así que se puede ir en carro.
La vista desde el faro es amplia y el atardecer cae siempre sobre el mar, por esta razón el faro es un lugar muy visitado, tanto así que a pesar de ser un viernes de temporada baja llegaron varios turistas a ver la puesta del sol. Entre ellos había un grupo de venezolanos que parecía no saber para donde iban porque las mujeres estaban de chancla y tacón. Recuerden que al viajar al norte de la guajira se debe ir con tenis, porque hay que caminar entre muchas piedras.
Un atardecer en el faro es indescriptible. Tal vez sea el color que toma el mar, que no hay nubes en el horizonte, la brisa que golpea el rostro o una suma de todo.
En el camino de vuelta pasamos por las playas empedradas que están después del hotel. Puedo dar fe que la mejor playa es la que está al lado del pilón, las del Cabo son muy buenas hasta un poco más allá de la ranchería Jareena, y después son empedradas.