Cuida la dinamita, muchacho
febrero 25, 2013 Publicado en Arte Punto de VistaMAQROLL -Me pregunto qué podría sucederle ahora, de regreso de los inciertos y nefastos territorios en donde llegué a pensar que se hundiría para siempre. Qué pasaría, digo, si, de pronto, se le aparece el barco con el que ha soñado toda su vida.
ABDUL -Antes de contestarle, déjeme hacerle una aclaración que me importa sobremanera. Usted, junto con otros amigos y parientes, insisten en hablar de un descenso cuando se refieren a la reciente fase de mi vida. Yo no lo veo como tal, ni lo he vivido nunca de esa manera. Para mí, ese mundo, dentro del cual viví años cargados de una plenitud incomparable, no está más bajo ni más alto que ningún otro vivido por mí. Darle esa calificación moral es desconocerlo y distorsionar su realidad. En ese trayecto de mi existencia, me encontré con los mismos hombres, arrastrando los mismos defectos y miserias y las mismas virtudes e impulsos generosos, que el resto de los seres, habitantes del supuesto imperio del orden y de la ley. Es más, en el hampa, en la irregularidad y la miseria, que todo es uno, la parte generosa y solidaria de la gente se pone de manifiesto en forma más plena, más honda, diría yo, que en el mundo donde los prejuicios y las represiones y frustraciones son un imperativo de conducta. Pero todo esto lo sabe usted tan bien o mejor que yo. No necesito seguir hablando como un predicador al uso. Respecto a lo del barco que me ha ilusionado siempre, pues, bueno, déjeme decírselo: sí, iría a buscarlo y trataría de adquirirlo porque siento que es algo que me debo a mí mismo. Pero si eso no sucede y el barco no aparece nunca, me daría igual. Ya aprendí y me acostumbré a derivar de los sueños jamás cumplidos sólidas razones para seguir viviendo. Por cierto, Maqroll, que en eso usted es maestro. Qué le voy a contar, por Dios. Mi trame steamer arquetípico no es menos ilusorio que sus aserraderos del Xurandó o sus pesquerías en Alaska.
MAQROLL -En verdad, tiene razón. Creo que tanto usted como yo sabemos siempre de antemano que la meta, en cuya búsqueda nos lanzamos sin medir obstáculos ni temer peligros, es por entero inalcanzable.
Extracto de Diálogo en Belem do Pará de Álvaro Mutis