Camino a Bucaramanga

El principal atractivo turístico de San Gil y sus alrededores son los paisajes naturales y los deportes extremos, de eso no queda duda, pero la provincia tiene mucho más para ofrecer incluso para aquellos que no son tan arriesgados.

La plaza de San Gil está construida en torno a una ceiba de 900 años, en virtud de la costumbre santandereana de construir los pueblos al rededor de árboles centenarios. Su tronco es inabarcable y varias veces me sentí tentado a subir por él, aunque con esa acción seguro que me exponía a ser detenido por la policía. Sobre el marco de la plaza está la iglesia del pueblo y a un lado los locales en donde se puede tomar un café o comer un helado, mientras se observa la gente pasar por la calle camino a la plaza.

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Camino a Bucaramanga paso de nuevo por la carretera que había recorrido hacia el sitio de despegue, cerca al parque nacional del Chicamocha. Mientras llegaba al alto de Aratoca los vendedores con bolsadas de hormigas salían al paso para ofrecer su producto.

Esta vez sin afanes pude tomar el tiempo necesario para observar el cañón desde la pendiente contraria, y como el día estaba más despejado que en la jornada anterior tenía una mejor vista del cañón. En una curva donde solo hay una casa a borde de carretera, sin mesas ni mirador preparado, en un lugar donde la gente casi no se detiene, ahí el cañón ofrece una vista para nunca olvidar.  Chicamocha espera sin afanes por aquel que busque un contacto con el infinito.

Mientras tomaba una cerveza en el borde tuve tiempo para conversar con los habitantes de la casa, quienes amablemente me mostraron cómo tejían costales e hilaban fique.

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Unas curvas más adelante están los paraderos repletos de turistas, y pasados unos kilómetros se llega al parque nacional. La mascota de Panachi es un chivo, el único animal de pastoreo que puede vivir en estas lomas empedradas.

Después de bajar el cañón y pasar al otro lado del río se inicia el ascenso hacia el área metropolitana de Bucaramanga.